Aubrey Fine es profesor emérito de la Universidad Politécnica de California y, sobre todo, psicólogo especializado en niños y adolescentes con más de 46 años de experiencia. Acaba de viajar a España para explicar los beneficios de la terapia con animales en sus pacientes, invitado por Fundación Affinity, centrada entre otras cosas en investigar y divulgar los beneficios que conllevan las Terapias y Educación Asistida con Animales de Compañía (TEAAC), a través de proyectos de acción social. «Los perros resultan un arma muy poderosa y efectiva cuando se trata de niños con problemas de desarrollo, congnitivos y de comportamiento», asegura.
¿Con qué trastorno funciona mejor?
En mi consulta suelo trabajar con niños y adolescentes que tienen trastornos de conducta, hiperactividad, déficit de atención, depresión… y en algunas ocasiones también con niños que han sufrido una pérdida importante y necesitan superar el proceso del duelo.
En todos estos casos la ayuda de un perro resulta muy beneficiosa. Lo más importante es saber cómo ayudarnos del animal para conseguir unos objetivos concretos. Cada caso es diferente y debe tratarse como único, e ir descubriendo qué actividades y dinámicas pueden ser más efectivas.
-¿En qué consiste exactamente la terapia? ¿La lleva a cabo un niño con cada perro, se hace en grupo…?
En la consulta trabajo con mis pacientes se realiza de forma individual, adaptándome a cada caso concreto. Lo primero de todo es analizar si a esa persona le puede beneficiar o no trabajar con un animal. Y, una vez hemos determinado que sí que le puede ayudar, hay que escoger qué animal puede trabajar mejor con esa persona.
Con los animales realizamos actividades para que el paciente interactúe. Damos paseos, nos relajamos, hacemos ejercicios de obediencia… la introducción de un animal es complementaria a mi trabajo como psicólogo. Es un tándem que funciona muy bien.
Además de trabajar con perros, también trabajo con caballos, conejos, cacatúas… y el efecto que tienen en el paciente es muy grande. Imagínate por un momento que eres un niño que entra a la consulta. Estás nervioso, estás inseguro… y, de repente, quien sale a recibirte es uno de mis perros con una cacatúa en su lomo, y es ella misma quien te invita a entrar a la sala. La energía con la que ese niño entra es totalmente diferente. Está mucho más receptivo y predispuesto. Hemos captado su atención de una forma positiva, que no esperaba.
¿De qué forma les beneficia?
Un animal da seguridad, nos sentimos cómodos a su lado. Además, a un perro no tenemos la necesidad de explicarle qué nos pasa, nos basta con tenerle cerca y acariciarlo para sentirnos mejor. El paciente establece un vínculo muy fuerte con el animal, y esto me permite a mí trabajar y avanzar con él de forma mucho más rápida. Además, este vínculo con el animal también me permite establecer a mí un vínculo con el paciente, con el animal como denominador común. El clima es diferente. El perro y yo somos un equipo, nos complementamos para ayudar a una persona a superar un problema.
Además, es importante destacar que los perros entienden muy bien el lenguaje no verbal de los humanos. Por eso es habitual que, si estamos tristes, los animales se acerquen a nosotros y traten de reconfortarnos.
¿Qué pruebas hay de que tiene resultados suficientes?
Diversos estudios realizados están indicando que la terapia con animales de compañía es efectiva. Y nosotros en la consulta lo vemos cada día. Es un complemento fantástico para el trabajo de un psicólogo, que nos permite conectar mejor con el paciente infantil y agilizar el proceso para que tenga mayor confianza y seguridad.
¿Cuánto tiempo es necesario para empezar a observar mejoras en el niño?
Dependerá siempre del caso y de la persona, pero hay mejoras que son instantáneas. La primera reacción a la hora de empezar a trabajar con un animal ya marca un antes y un después. Para explicarte un caso: un día vino a mi consulta una niña que padecía de mutismo selectivo. Y especialmente le pasaba cuando estaba en entornos sociales, con mucha gente o con gente que no conocía. El primer día de consulta conoció a uno de mis perros, y enseguida conectó con él. Conmigo no habló, pero estableció un vínculo con el animal. En un momento determinado, el perro se fue de su lado y se puso en el otro extremo de la habitación. La niña se mostró más inquieta. Estaba más segura con el perro a su lado. Entonces, le propuse que llamase al perro por su nombre para que se volvería a acercar a ella. Y la magia ocurrió. Con un hilo de voz y para sorpresa de todos, la niña llamó al perro.
Este fue el punto de partida para empezar a trabajar con ella. Y, gracias a la introducción del animal en su entorno y colegio, poco a poco esa niña ha ido mejorando muchísimo.
Todos los perros sirven para realizar una terapia?
No. Un perro puede ser un excelente compañero, pero no todos sirven para trabajar en una terapia. El comportamiento y temperamento del perro serán fundamentales a la hora de escoger a nuestros ayudantes.
Los perros de terapia tienen que tener unas cualidades muy concretas y valiosas. En primer lugar, de manera natural les tienen que gustar el contacto humano. Esto es fundamental, ya que el contacto con el paciente es lo más importante. También tienen que estar bien entrenados y ser obedientes, para cumplir con las pautas que tanto el técnico como el paciente le van dando.