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Psicología Perinatal

El duelo perinatal se produce tras la pérdida de un bebé durante el
embarazo o en los momentos previos o posteriores al parto. Es un momento muy doloroso que conviene tratar con un especialista.

Un embarazo deseado es una de las noticias más alegres y gratificantes que unos padres pueden recibir.

Para la madre, además, el comienzo de la gestación marca un punto de inflexión diferente ya que su cuerpo alojará durante unas 40 semanas una vida que ella irá cuidando y esperando con alegría, ansiedad, a veces miedos, ilusión y dudas.

La muerte del bebé, ya sea en el útero materno o a los pocos días de nacer o durante el parto, significa una ruptura abrupta con las expectativas de la futura madre: pasa de la ilusión de ser fuente de vida a tener que atravesar la pérdida de la muerte.

Las hormonas de la mujer embarazada (prolactina) están destinadas a generar vínculo y unión, al tiempo que las hormonas del estrés de la pérdida (cortisol y acetilcolina) colisionan con el estado de especial sensibilidad funcional de la madre gestante, haciéndola particularmente vulnerable.

Fases del Duelo

Elaborar (labor) el duelo (dolor) significa poder llevar a cabo la labor o tarea de conectar con el dolor. El duelo se completa cuando somos capaces de recordar la pérdida sintiendo poco o ningún dolor, algo que no es concebible en un primer momento dado lo desgarrador de la situación, pero sí será la meta a la que llegar si el proceso del duelo transcurre con normalidad.ersona quedó en nosotros.

¿Qué etapas hay que atravesar para llevar el duelo?

  • Negación

    La primera de ellas sería la Negación: nos decimos “no puede ser”, hay incredulidad, confusión. La noticia produce un shock que amortigua el dolor.

  • Regresión

    Llanto explosivo, desesperación, la situación nos invade y desborda, y lloramos como niños, de ahí el nombre de regresión.

  • Rabia o furia:

    Se buscan culpables externos, tiene que haber alguien a quien responsabilizar de todo esto. En ocasiones se puede sentir rabia, incluso hacia la persona fallecida “¿por qué te has ido?”. No es coherente ni racional, pero sí lo es en el mundo emocional.

  • Culpa

    Por lo que no hicimos, por no haberle podido salvar. La culpa es muy pesada, pero genera cierto sentimiento de control “si yo tuve la culpa es que yo pude haber hecho algo para evitarlo. Si soy culpable significa que me puedo proteger frente a las pérdidas futuras si hago las cosas bien”. Esto evita enfrentarse a la impotencia de la pérdida, que da nombre a la siguiente etapa. Impotencia: ocurrió y no hay nada que yo pueda hacer para evitarlo. Es la etapa más temida, la verdadera tristeza. Pero también la necesaria para poder dar pie a la siguiente etapa de aceptación.

  • Impotencia

    Ocurrió y no hay nada que yo pueda hacer para evitarlo. Es la etapa más temida, la verdadera tristeza. Pero también la necesaria para poder dar pie a la siguiente etapa de aceptación.

  • Aceptación

    Se acepta el dolor de la pérdida, la impotencia. Y con ello se empieza a conectar con cierta identificación con el ser perdido, nos damos cuenta de lo que tenemos en común y hacemos cosas para parecernos a él/ella y mantenerle presente y “vivo” en nuestras vidas. En ocasiones viene incluso acompañado de cierto agradecimiento por haber sido capaces de encontrarnos en el “camino”, de haber compartido y crecido juntos. Sería la cicatrización: sabernos diferentes a la persona fallecida, pero al mismo tiempo sentir que algo de esa persona quedó en nosotros.

Preguntas frecuentes sobre el duelo Perinatal

¿Qúe no debemos decir a los progenitores?

En ocasiones escuchamos frases como “no llores”, “no es el fin del mundo”, “tienes otros hijos”, “te puedes volver a quedar embarazada”, “al menos no llegaste a conocerle mejor”, “debes ser fuerte”, “ya lo olvidarás”. Todas ellas, según, la experta, de lo más desafortunadas: “Si nos damos cuenta, todas estas frases, que pueden ser pronunciadas con la mejor de las intenciones, no hacen más que bloquear el proceso de elaboración del duelo, que implica poder transitar el dolor. Y nosotros podemos acompañarles en su dolor, pero tenemos que asumir la impotencia de que no se lo podemos quitar, porque es parte de su proceso. Y parte del nuestro asumir la impotencia”, aconseja. Por ello frases que transmitan que estamos ahí, de forma discreta, pero presente, con capacidad para acompañar en la tristeza, en la pérdida y el dolor, pueden ser más reconfortantes “siento lo que ha pasado”, “no me molesta que llores”, “no sé muy bien qué decirte”.


¿Cómo acompañar durante el duelo​?

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¿Qué falta en la sociedad para entender el duelo perinatal?

Hay una dificultad general para tolerar y sostener el dolor, propio y ajeno, como parte de la vida. “Partimos de una idea errónea de que se pueden controlar lo que ocurre en nuestro día a día, y aunque el principio de realidad se nos planta delante cada día, parece que queramos darle la espalda. Siento que como sociedad hemos evolucionado en muchas áreas: en tecnología, en bienes materiales, en lujos, …
Sin embargo, esto parece no estar traduciéndose en una mayor calidad de vida,sino en todo lo contrario.

¿Por qué a veces no entendemos el sufrimiento de estos padres y madres?

Es una cuestión muy sencilla y a la vez muy compleja: “El ser querido y perdido para los padres no tenía un nombre para la sociedad, un físico, una identidad. Esto puede provocar que sean tratados frente al mundo como si la pérdida no se hubiera producido, y, por lo tanto, no sea reconocida o validada. Su vivencia dolorosa como padres queda deslegitimizada. No ha habido nacimiento, bautizo o entierro. No hay fotos. El niño no tiene nombre. No hay recuerdos que avalen su existencia. Sin embargo, para los padres es su hijo desde la concepción, en la imaginación, y en las expectativas, en las esperanzas de los padres y familia. Es un miembro más del clan, con entidad propia en el mundo interno de los padres y hermanos (si tienen la edad suficiente para comprender el concepto del embarazo). El hecho de que sea un duelo no reconocido o legitimizado por la sociedad hace que se lleve en silencio. Y no hablarlo no ayuda, sino que desprotege”